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De Bariloche a Las Heras, sin escalas

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Cada principio de año es común que nuevos vecinos se instalen en la ciudad. Generalmente lo hacen antes del comienzo de clases.

Pero es común que ellos provengan de Capital Federal o el Gran Buenos Aires y lo hacen buscando una mejor calidad de vida, especialmente en materia s de seguridad y tranquilidad.

Pero que alguien venga desde San Carlos de Bariloche a vivir en Las Heras no es de lo más habitual, aunque Teresita (así en diminutivo, como figura en el documento) Zavalla lo explica sin vueltas.

Con mi esposo lo habíamos hablado muchas veces. Cuando Lucía (la menor de sus seis hijos) tuviese que ir a la facultad, nos mudaríamos a Buenos Aires, cerca de la otra de nuestras hijas (Sofía) que está en la Argentina y de nuestros nietos” y la aclaración vale porque Teresita y George (un inglés de padre ruso y madre polaca que llegaron al país después de la Segunda Guerra Mundial en la que ambos habían combatido en los ejércitos aliados) tienen otros cuatro hijos que viven desde hace algunos años en Barcelona. “Primero se fue Ludmila, la mayor de las mujeres y después los tres varones, Maximiliano, Serguei y Sacha que estuvo en Buenos Aires para las fiestas y, si Dios quiere, en agosto iremos a visitarlos allá”.

En los primeros días del 2019, Teresita y Lucía (que este año comenzará a cursar la carrera de organización de eventos en la Universidad de Morón) pusieron proa desde los lagos del sur a la Las Heras que conocían por amigos de su hija Sofía (que vive en Mariano Acosta) y lo hicieron junto a la vieja perra de la familia que no resistió el calor de la pampa húmeda y murió apenas algunas semanas más tarde.  “Yo nací y me crié en Buenos Aires – dice – pero después conocí a mi marido y nos radicamos en Bariloche, donde vivía él” ( desde que el soldado ruso, devenido en pianista del Llao Llao, y la joven guerrera polaca que había visto como los nazi fusilaron a sus padres delante suyo por ayudar a escapar a judíos que eran enviados a los campos de concentración se instalaron allí.

“Con George habíamos planeado acompañar a Lucía cuando viniera a estudiar a Buenos Aires, pero sabíamos que no nos íbamos a instalar en Capital. En el 2017 él falleció y quedamos nosotras dos solas, por lo que reflotamos la idea y pensamos alquilar algo en Merlo o Padua, porque el proyecto es estar con ella mientras esté cursando, pero volver a Bariloche cada vez que podamos. Empezamos a ver casas y no nos gustó para nada la opción de Merlo. Conocíamos Las Heras porque mi yerno (el esposo de Sofía) tiene amigos acá, suele venir seguido y alguna vez también vinimos nosotras y nos encantó la idea de afincarnos aquí. Conseguimos esta casa y en enero nos mudamos. De a poco nos vamos acostumbrando a Las Heras”, cuenta Teresita que es maestra jardinera, título con el que entró a trabajar en la Comisión Nacional de Energía Atómica. “Me presenté en Bariloche y empecé a trabajar enseguida en el Jardín de Infantes de la Comisión. Después por el trabajo de mi marido (siempre se dedicó al turismo) vinimos a vivir un tiempo a Buenos Aires y pedí el traslado. Seguí trabajando en los jardines hasta que se tercerizaron y quedé como administrativa, primero acá y después en Bariloche, hasta que me jubilé”, agrega mientras atiende llamadas de trámites que quedaron pendientes en la Patagonia y reconoce que aún casi no conoce la ciudad.

Lucía: esta noche, no cocino, vamos a comer algo afuera”, le dice a su hija como una excusa para comenzar a recorrer Las Heras.” Ya estuve en la Biblioteca, me asocié y me traje un libro porque soy adicta a la lectura y acá puedo disfrutar del tiempo libre, el aire del parque de casa y el silencio que es impagable” asegura sobre valores que los herenses casi ni notamos, acostumbrados desde siempre a ellos. “De a poco nos vamos ambientando, me gustaría estudiar francés, pero no se si aquí hay algún lugar en el que enseñen”, sentencia.

Teresita Zavalla y Lucía Ignatowicz son dos nuevas herenses, las que llegaron desde la tierra de los valles floridos, las montañas y los lagos, parafraseando a Tito de Robles, para instalarse en este pueblo que quiere el que llega, igual que el nativo.