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Pensando en las generaciones futuras

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“Siembro robles, pinos y sicomoros”

Dice Marco Belmonte en su poema Sembrando que termina con una máxima:

“quiero que otros disfruten de los tesoros
que darán estas plantas cuando yo muera”

Ese parece ser el leitmotiv de María Rosa Ramos, una vecina del barrio Federal II que desde hace meses viene forestando con entusiasmo el amplio espacio verde que se encuentra entre ambos sectores de la urbanización, contiguo al playón.

Hace 8 años que vivimos en el barrio. Fuimos de los primeros en venir cuando las calles no estaban abiertas y había muchos acacios silvestres llenos de espinas”, explica esta mujer nativa de Suipacha, pero que, desde muy chica, se radicó por acá. “Mi padre era tambero y vinimos a la estancia La Julia que está en el Km. 83 de la ruta, justo en el deslinde con Navarro. Recuerdo que estábamos al lado del famoso monte de Bucó, pero yo estaba fascinada con el monte frutal que había en el casco de la estancia en la que estábamos nosotros. Había lo que buscaras”, cuenta mientras nos muestra los árboles que fue poniendo en todo el perímetro del espacio verde.

Ella misma rescata árboles que encuentra creciendo salvajes en diferentes sitios del pueblo, otros le pasan datos y hay vecinos que aportan los suyos.

Así fue como ya ha plantado más de 50 ejemplares de eucaliptus, fresnos, ceibos, alcanforeros, palo borracho, aguaribay, sauces, moreras y nísperos. La mayoría de ellos reemplazan otros árboles que fueron puestos por el municipio en alguna oportunidad que se empezó a forestar el lugar, pero que murieron por falta de cuidados y por el vandalismo de chicos (y no tan chicos) en tiempos en el que el barrio no estaba tan poblado como ahora.

Paralelamente a ello María Rosa, una entusiasta en la materia, va armando arbolitos desde semillas y así es como tiene catalpas, fresnos y palmeras que crecen en pequeños recipientes que debe ir cambiando a medida que las plantas van creciendo. “Muchas veces me faltan tarros para ir haciendo los trasplantes y entonces son mis hijos (Francisco, Martín y Augusto) o mi marido (Luciano) los que me los van consiguiendo”, nos dice mientras muestra el pequeño vivero que se va armando al lado de una nutrida huerta en la que las acelgas, papas y lechugas crecen con fuerza al reparo de los paredones que dividen la propiedad.

Los que saben dicen que los meses que no tienen “R” son los ideales para trasplantar árboles y estamos en ese periodo, por cuanto se la puede ver casi a diario recorriendo diferentes lugares de la ciudad en la que diversas especies van creciendo salvajes. ·Ahora necesitaría unos diez fresnos para reemplazar los que puso la Municipalidad y que se secaron. Me los marcaron en diferentes lugares, pero no tengo las herramientas adecuadas y, muchas veces, necesito de la ayuda de mi esposo y mis hijos para sacarlas y traerlas. Despacito lo vamos a ir haciendo”, asegura sabiendo que el objetivo es ambicioso, pero no imposible. “Es cuestión de paciencia y perseverancia. Me contaron que el Polideportivo de San Miguel se forestó así y mirá lo que es hoy”, termina diciendo.

Poner un árbol tiene mucho de solidaridad, porque los beneficios son, generalmente, para las generaciones venideras.

Algunos no comprenden  la importancia de forestar un espacio público (o una propiedad privada) y recién advierten los beneficios cuando a la sombra de un frondoso fresno se sientan a disfrutar de los amigos, la frescura de una tarde o el canto de los pájaros. Alguien tiene que dar el primer paso, pero los demás tenemos la responsabilidad, por lo menos, de cuidar lo que se planta.

Los vecinos del Barrio Federal II algún día lo agradecerán.