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Dios estuvo a tu lado

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Estaba todo preparado para que sea una fiesta. Desde varios meses atrás se estaba programando la inauguración del sistema lumínico del Estadio Municipal de Fútbol y para ello se contaba con la presencia de tres importantes ex futbolistas de nuestro medio: Ariel Ortega, el Burrito, ídolo de River Plate y de la selección nacional, Oscar Passet, arquero también de la banda roja  y de San Lorenzo e Independiente, entre otros destinos y José Basualdo, un ex Vélez y campeón de todo con el Boca de Bianchi.

También habría partidos de infantiles, una exhibición de gimnasia, reconocimientos para viejos dirigentes del fútbol local y un partido de fondo con los jugadores herenses más destacados de los últimos tiempos.

El árbitro iba a ser Carlos Romano, un personaje querido por todos y que dirige partidos de fútbol en toda la zona, desde hace décadas.

Parecía que todo estaba programado pero, en un abrir y cerrar de ojos, el castillo se vino abajo.

No faltaban quiénes filmaban con sus celulares o sacaban fotos y en medio de esas imágenes quedó grabado como el juez principal del partido pitó una falta en mitad de cancha y cayó desplomado sin signos vitales.

A partir de allí el caos y la incertidumbre.

Pudo haber sido una tragedia si Dios no hubiese puesto una mano sobre el inefable “Sapo” para darle otra oportunidad.

En cualquier otro contexto, el desenlace fatal hubiese sido inevitable. En la calle, en su propia casa o en algunos de los cientos de partidos que ha dirigido a través de los tiempos.

Pero al tratarse de un evento de esta envergadura, una ambulancia estaba fuera del estadio y entre el público dos profesionales de la salud que terminaron por salvarle la vida a Carlitos, aunque no estaba previsto que allí estuviesen.

Cuando los planetas se alinean

El Dr. Matías Failo, médico cardiólogo, ese día había llegado al anochecer a su casa, después de una jornada de trabajo, dispuesto a descansar, cuando recibió la llamada de su hermano, invitándolo para ir a la inauguración de las luces del estadio.

  • “No, gracias. Estoy destruido ”, le respondió
  • “Dale, vamos, viene Orteguita”, insistió su hermano.

Riverplatense de ley, no podía fallarle a uno de los últimos ídolos de la banda roja y ambos fueron a ver al jujeño, sin pensar que terminaría en la guardia del Hospital.

Mariano Bianchi es bombero voluntario, pero desde hace quince años se desenvuelve como enfermero. Estudió en el Agustina Bermejo de Merlo y está a centímetros de terminar su licenciatura. Se ha especializado en triage, la enfermería de emergencia, los que tienen el primer contacto con el paciente.

Mariano esa noche había planeado ir a colaborar con la cantina de Bomberos que volverían a hacer baile después de muchos años. Pero antes acompañaría a Lorenzo, su hijo, que juega en las inferiores de San Miguel y sería parte del amistoso preliminar que dirigiría el propio Carlos Romano.- Tampoco intuía que terminaría arriba de la ambulancia haciéndole RCP a un paciente en paro.

Angustia y decisión

Cuando el árbitro del partido cae desplomado en mitad de la cancha se vivieron momentos de pánico. Todos intuían que estaba pasando algo grave, aunque el proceso llevaba ya varios minutos.

“Lo último que recuerdo es que terminé de dirigir el partido de los chicos en la cancha cruzada y salí corriendo para el vestuario, porque me dijeron que habían llegado Ortega, Basualdo y Passet. Desde ahí no recuerdo nada hasta que me desperté en terapia intensiva y con “caños” por todos lados”, explica el Sapo en el patio de su casa.

Había invitado a unos amigos de Saladillo y no recuerda haberlos saludado antes que comenzara el partido, tampoco se acuerda que había cobrado un penal que Miguel Alonso cambió por gol.

“Ya estábamos por irnos, cuando mi esposa vino pidiéndome que entrara a la cancha porque se había caído uno. Corrí hasta la entrada y le pedí al policía que me dejara pasar. Cuando llegué a la mitad de la cancha, el Sapo ya no tenía pulso y era atendido por el Dr. Failo. En el Gigante había un desfibrilador, pero supusimos que no había tiempo para ir a buscarlo. En ese momento entró la ambulancia y lo cargamos”, cuenta Bianchi, recordando aquel día.

El público que estaba presente esa noche en el Leandro N. Alem vio como arriba de la ambulancia, ambos profesionales iban haciéndole RCP. Antes de llegar al Hospital lograron “traerlo”, pero en la guardia volvió a entrar en paro. Allí pudieron recuperarlo usando el electro shock, mientras el Dr. Castro y las enfermeras de guardia lo entubaban y le pasaban la medicación para estabilizarlo.

“El trabajo del Dr. Castro y de las chicas de enfermería fue espectacular. La verdad que es para sacarse el sombrero”, le dijo Mariano al Sapo después del abrazo interminable y lleno de lágrimas que se dieron en la puerta de la casa de la calle Rivadavia.

“Es la segunda vez que me salva la vida – cuenta Carlitos. La otra vez fue a mi viejo que se descompuso en el baño y quedó trabando la puerta. Llamamos a los bomberos y vinieron Mariano, con Landaburu (Jorge) y Dirazar (Juan Martín). Ellos abrieron un poquito y él se metió en el baño y entre los tres sacaron a mi papá. A él también le salvaron la vida”

Lo cierto es que mientras todo el mundo preguntaba por la salud del árbitro, el juego se suspendió, aunque Carlitos disputaba su  partido más difícil.

Después de estabilizarlo, lo llevaron al Cuenca de Cañuelas y, desde allí, a un sanatorio de Avellaneda, donde le destaparon varias arterias y le colocaron tres stent coronarios.

Días más tarde salió de terapia intensiva y después de unas cuantas jornadas en sala común fue dado de alta. En más de una oportunidad, los médicos del sanatorio le dijeron una frase que quedará guardada para siempre en su memoria: “Alegrate. ¡Dios estuvo a tu lado!”.

Estuvo internado algo más de dos semanas y en ese lapso, una de las preguntas que más veces escuchamos en la calle fue: “¿Qué sabés del Sapo?”.

“No era su día” conjetura la mayoría, pero Dios quiso que se alinearan los planetas y se salvara, no por un milagro, sino por la capacidad, el conocimiento y la determinación de los profesionales de la salud que estuvieron en el momento en el que se descompensó y cayó pesadamente al suelo, sin signos vitales.

“Cuidate. Vos sos sapo, no gato”, bromea Mariano y Carlitos, con lágrimas en los ojos, vuelve a agradecerle por salvarle la vida.

Afortunadamente, la historia tuvo un final feliz.