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Un siglo de vida increíble

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El martes 4 de agosto, celebró sus 100 años de vida, pero en 1933 debió haber festejado los 15. Saque cuentas. Seguro que no le cerrarán los números.

Más adelante le contaremos cómo fue eso posible, pero igual le adelantamos que a nosotros tampoco nos cierra cómo se puede tener tal lucidez mental cuando los años de vida ya tienen tres dígitos.

La dueña  de tan asombrosas estadísticas es Nelly Carllinni de Buzzi, aunque para muchos herenses es, simplemente Nelly Buzzi, por más que su hija (que se llama, precisamente así) nos mire con encono.

El día tan esperado fue el martes y la pandemia estuvo cerca de hacerlo naufragar con su aislamiento social, a tal punto que meses atrás Nelly quería hablar personalmente con el comisario para que la autorizase a recibir a hijos, nietos y bisnietos que ya superaron largamente los  treinta integrantes o están en camino de ello.

No fue necesario, porque aunque debieron irse turnando para saludarla, todos pasaron por la casa de la calle San Martín para rendir un homenaje que no podía opacar virus alguno porque, además, ella sigue mimándolos y dándoles todo los gustos como cuando eran chicos.

Eso sí, mientras el desfile eran ininterrumpido los llamados telefónicos superaban ampliamente a las visitas porque desde la mañana bien temprano, amigos (las canasteras entre ellas), colegas de la docencia y vecinos en general le hicieron sentir a Nelly que sus cien años de vida también eran de ellos.

Y ella los retribuía con una lucidez envidiable, la misma con la que recuerda aquel primer baile de la Escuela Nº 9 de La Choza el 25 de mayo de 1936 cuando era su directora con apenas 15 años de edad.

Directora a los 15? Un logro que no debe tener demasiados antecedentes en la historia del magisterio argentino, pero que comenzó con una mentirita piadosa, como ella lo recuerda hoy, más de 80 años después y que habla de aquel tiempo en los que no se sacaba años, sino que se los agregaba.

“Eramos 12 hermanos (7 mujeres y 5 varones), así es que la escuela era algo común para nosotros. En esa época la primaria se podía empezar con 6 o con 8 años, pero la secundaria únicamente con 14. Yo empecé con seis y terminé con 12, por lo que tenía que esperar dos años más para empezar la secundaria, porque yo ya sabía que quería ser maestra, así fue que mi padre me llevó con el Juez de Paz (Villamayor) para ver si podía darme una mano y no tener que esperar dos años para retomar mis estudios. La única manera que encontraron fue falsificar mi partida de nacimiento y poner que había nacido en 1918 en lugar de en 1920. Cuando mi madre me llevó al Normal Nº 4 Estanislao Zeballos para que empiece primer año yo era una nena. Le preguntaron cuántos años tenía y mamá les dijo: 14. Las monjas se codeaban porque se daban cuenta que tenía mucho menos”, cuenta y recuerda que se recibió en 1935 con 15 años cumplidos apenas meses atrás. Podría cumplir su sueño de ser maestra.

Para ello necesitaba otro paso. Que hubiese una escuela que necesitase una docente y ella no lo dudó cuando a comienzos del año siguiente le ofrecieron la dirección de la recientemente creada Escuela Nº 9 La Choza que, años más tarde, recibiría el nombre de Juan Bautista Alberdi.

Por aquellos años no era fácil llegar hasta aquella localidad. A veces en sulky, en el viejo Ford A de Augusto Valerga o un largo viaje en tren, primero hasta Marcos Paz, desde allí corriendo a la estación del Trocha para agarrar el trencito y desde ahí a La Choza. ¿Todos los días? No. Iban el lunes y volvían el sábado, porque las clases en aquel entonces eran de lunes a sábados y la maestra, directora, portera, auxiliar y todo lo que hiciese falta, vivía en la propia escuela, compartiendo baño y cocina con los 22 chicos que la inauguraron.

Pero claro que la joven maestra no fue sola a ese primer destino, porque Porota, una de sus hermanas mayores, la acompañó ya que tenía que preparar algunas asignaturas para su incipiente carrera en la Aduana y aprovechaba a hacerlo con el Jefe de la Estación del ferrocarril que estaba frente a la escuela.

Nelly recuerda cada detalle con precisión asombrosa, día, mes y año como si lo estuviese viviendo, tanto de esos primeros tiempos en su querida escuela Nº 9 de la que guarda entrañables recuerdos, entre ellos el listado de aquellos primeros 22 alumnos, como de los muchos años que la tuvieron como maestra de primer grado en la Escuela Nº 1 y una carrera docente que se extendió más de la cuenta porque tenía los aportes, pero no la edad necesaria para jubilarse.

Pese a ello ya lleva 50 años en el “sector pasivo” al que ingresó en el 70, lo que hace que muy pronto debieran jubilarla por tercera vez. Pero mejor no lo digamos, porque Nelly es capaz de pedir hablar con el Ministro de Educación para que contemple esa posibilidad, así como nos dice cuándo vamos a empezar a hacer la nota, porque no la vamos a tener toda la mañana esperando para empezar a grabar.

Así es ella, haciéndole marcar el paso a todos, pero también malcriando a hijos y nietos como cuando eran chicos, preparando las comidas y los dulces que le gustan a cada uno. Siempre querible, siempre presente.

Y las anécdotas van surgiendo una tras otra. De la escuela, del recuerdo de su niñez, de su Leandro, de sus 7 bisnietos y de Joaquín que llega de un momento a otro (si no llegó ya cuando esta nota esté en la calle).

No fue necesario llamar al comisario para que los autorice a estar junto a ella, cada uno pasó un minuto, las fotos, seguramente un pedazo de torta o alguna que otra exquisitez, el beso tan esperado, la caricia fraternal y algún que otro “consejo”, porque si no, no sería Nelly.

Cien años, un siglo, para la inmensa mayoría mucho más que una vida. A quién no le gustaría poder festejarlos, pero así como está ella, con su lucidez y rodeada del cariño y la admiración de propios y extraños, aunque éstos últimos casi no existen, porque para ella, todos son propios.