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La crisis aceleró los tiempos

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Hace algunos días se hizo público que, después de 17 años, cerró sus puertas El Molino, la tradicional Parrilla de Pordomingo y Ruta 40.

No es el único comercio en nuestro medio que baja las persianas después de casi cinco meses de restricciones, aunque probablemente sí sea el más renombrado.

Su titular, Víctor Di Tata, un  reconocido vecino de nuestro medio, confirmó esta noticia, pero admitió que la pandemia, sólo aceleró los tiempos ya que venía contemplando esta posibilidad desde tiempo atrás.

Di Tata que durante años se desempeñó como empleado en la vieja Tienda San Miguel (También fue uno de los fundadores y presidentes del club homónimo), venía desempeñándose en el rubro gastronómico desde el año 90, pero en los últimos tiempos las dificultades financieras se fueron acentuando y el comienzo de la cuarentena terminó de bajarle el martillo a un lugar emblemático de la ciudad. “Mis hijos venían aconsejándome que lo haga desde hace tiempo, pero para uno esto es mucho más que un comercio, es una manera de estar en contacto con la gente y mantenerse activo, pero el no poder trabajar durante tanto tiempo, haciéndole frente a los gastos fijos, como el alquiler, luz, gas, impuestos y el pago del personal hicieron que me fuera comiendo los ahorros que había podido reunir y cada día la situación se complicaba más, por lo que terminé tomando la decisión que, en otras circunstancias, seguramente, no habría tomado. Al menos, no ahora”, nos dice y agradece que el único empleado que aún trabajaba en el lugar hubiese conseguido trabajo en una empresa local, algo que le llevaba algo de tranquilidad.

Aquellos primeros años en la vieja Tienda San Miguel. La clienta? Ana de Robles. El precio de las telas en liquidación?: $399 el metro. (hoy serían unos 399 millones, algo así como unos 400 0Km.)

El Molino abrió sus puertas en el 2003, aunque Víctor supo desempeñarse en otros emprendimientos locales, como la Parrilla ubicada al lado de la Estación de Servicio Axion (Av. Villamayor y la ruta) y junto a quien dice que fue uno de los que más le enseñó el rubro (Gustavo Croci) fundaron la rotisería (y después restaurante) Listo El Pollo y tuvieron a su cargo durante una década el comedor de uno de nuestros frigoríficos.

Pero fue El Molino lo que le llevó sus mejores esfuerzos de los últimos años. “Cerrábamos el 24 y el 31 de diciembre al mediodía y el 25 y el 1° todo el día, pero después no parábamos nunca, de martes a domingos. Nos perdíamos las reuniones familiares, cumpleaños y teníamos que agradecer las invitaciones y pedir disculpas cada vez que nos invitaban a una fiesta, pero desde la mañana, hasta la madrugada del día siguiente la parrilla era nuestro mundo. Llegamos a trabajar casi 200 cubiertos un domingo para el Día de la Madre” recuerda y cuenta que los fines de semana habitualmente tenían más de quinientos comensales, aunque de martes a viernes y especialmente al mediodía, El Molino era parada obligada de cientos de camioneros y trabajadores locales que se hacían un huequito para almorzar frente a la parrilla y compartir un rato en un ambiente familiar al que volvían una y otra vez.

Hombre dedicado al comercio desde que terminó la escuela primaria (“a los 12 entré como cadete en la Tienda San Miguel”) Víctor reconoce que los tiempos han cambiado también y hoy en día se trabaja con márgenes muy estrechos y no se cuenta con las libertades de hace algunos años. “A uno le cuesta adaptarse, porque toda la vida trabajó así. Muchas veces, el negocio terminaba convirtiéndose en un servicio”, reconoce.

A El Molino terminó llevándoselo la pandemia y no el viento (como hubiese sido más lógico).  

No es el único, pero sí uno de los más emblemáticos.

La comunidad recupera a un hombre valioso que, seguramente, seguirá activo buscando nuevos horizontes, aunque esta vez no serán laborales, sino familiares y de amistades.