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Un herense en la tierra colorada

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Guillermo, el hijo de Quique y Alicia, es el hermano mayor de Mariana y Esteban, el apasionado de la pesca y de la música.

El pibe que conocimos a comienzos de los 80 en la secundaria del San Luis, el que disfrutaba de la música y las escapadas de pesca y el que soñaba con ser antropólogo.

Aunque no sabía que ese sueño lo llevaría a instalarse a más de mil kilómetros de su casa y desarrollar allí su vida y su carrera.

“Cuando terminé el secundario me fui a vivir a La Plata, allí estudiaba antropología y en una de esas reuniones comunes entre los estudiantes conocí a Susana, ella estudiaba geología y su familia vivía en Posadas. Nos pusimos de novios y cuando ella se recibió, nos casamos y nos vinimos a vivir a Posadas”, nos cuenta acerca de una boda que tuvo lugar en la Iglesia de San Cipriano y una fiesta en los salones del Club Social, más recordada aún.

Llegamos en febrero del 99. Su papá había fallecido y ella entró a trabajar en Vialidad. A mí me faltaba para terminar la carrera de antropología social, pero tuve suerte porque en la Universidad Nacional de Misiones estaba la misma carrera y me reconocieron las materias, por lo que no sólo me pude recibir, sino que después ingresé en la facultad como docente y hoy en día, además, como investigador”, nos cuenta Guille que regresa indefectiblemente cada año a “su pueblo”. “La última vez fue para las fiestas del año pasado, después por la pandemia ya no hemos podido ir”, dice.

Guillermo y Susana residen en Posadas y aunque no han tenido hijos, llevan adelante una vida agitada. Ella como empleada de la Dirección de Vialidad y él alternando sus clases como docente con su tarea como investigador, con varias publicaciones en su haber.

Durante mucho tiempo trabajamos en todo lo relacionado con los agrotóxicos, desde un punto de vista sociológico y antropológico. El uso de químicos y pesticidas no sólo afecta a las producciones agrícolas, sino también a las personas que trabajan en ellas. Hemos hecho un trabajo en los campos que cultivan tabaco en el Alto Uruguay”, explica Guillermo y se entusiasma hablando de una tierra que es una especie de paraíso para un antropólogo. “Misiones tiene una diversidad étnica y cultural como muy pocos lugares. Tiene muchos más kilómetros de frontera internacional que con otra provincia, de hecho que sólo limita con Corrientes. Pero lo más importante es que conviven en ella inmigrantes paraguayos, brasileños  y uruguayos, con polacos, alemanes, rusos e italianos”, explica y dice que la diversidad es muy grande y está relacionada con la cultura, las comidas, la vestimenta y hasta con la música.

Precisamente en estos tiempos Guillermo ha logrado reunir sus dos grandes pasiones: la antropología y la música. “El interior de la provincia, especialmente la zona de los montes y la selva misionera tiene chacras en las que los granjeros suelen reunirse para hacer música, tienen los instrumentos que trajeron sus abuelos de Europa y su música es una conjunción de muchas culturas y no sólo las que llegaron con la inmigración, también tiene una gran influencia brasilera ya que están apenas separados por un río y en algunos lugares por una calle”, nos cuenta Guillermo y habla de los muchos viajes de cada fin de semana cuando, apenas terminaba con sus clases como docente, se metía en las picadas de tierra colorada para descubrir ese mundo. “Bernardo de Irigoyen es el punto más oriental de nuestra geografía y es un pueblo que de un lado de la calle es Argentina y del otro lado Brasil. Te imaginás que tienen una cultura muy plural  y hasta un idioma particular ya que allí el portuñol es la lengua, aunque como los chicos van a escuelas argentinas y brasileñas, también manejan los idiomas de esos países”, explica Guillermo del otro lado de la línea en una fría mañana de domingo que no tiene nada que envidiarle a este invierno especialmente atípico que viven los misioneros con temperaturas a las que están mucho menos acostumbrados que nosotros.

Hoy nos habla de la situación que vive Misiones con el COVID, complicada como en otros puntos del país, aunque no tan dramática como en varios de ellos, posiblemente por el aislamiento que le proporcionan el majestuoso Paraná y el impetuoso Uruguay. “Las fronteras están cerradas y si bien siempre hay algo de tráfico, se ha reducido mucho desde el comienzo de la pandemia. Lo mismo que hacia el resto del país. Esperemos que antes de fin de año podamos regresar a visitar a la familia y los amigos herenses”, termina diciéndonos, mientras recuerda aquellos compañeros de pesca y de colegio de una juventud inolvidable, que un día le dejó paso a este presente que no había imaginado, pero que vive con orgullo.