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La primera vez que vino Messi se paralizó el club

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Hace algunas semanas, los jóvenes herenses que trabajaban como petiseros en Francia enviaban imágenes del Parque de los Príncipes de Paris donde mostraban el privilegio de ver en acción personalmente a Lionel Messi en su primera experiencia fuera de Barcelona.

Muchos son los argentinos, varios herenses entre ellos, que en los últimos años han tenido el privilegio de verlo en la capital de Cataluña, ya sea haciendo maravillas en el Camp Nou o, simplemente, caminando por las calles de la Ciudad Condal, aunque no sea eso un hecho cotidiano.

Pero hay una herense que puede asegurar que el capitán del seleccionado argentino era un personaje habitual en su lugar de trabajo, al menos hasta que los árabes se lo llevaran a la ciudad luz.

Marcela Arricau, con su esposo Luis y su pequeño hijo Gonzalo, hoy un joven con más de catalán que de bonaerense, llevan ya quince años en Cataluña y una vida completamente asimilada a esa región bañada por el mediterráneo.

“Luis trabajaba en Telefónica y yo en DRF, cuando vino todo el sacudón del 2001, el corralito y todas esas cosas. La pareja de mi suegra es español y ellos fueron los primeros en venirse para acá. Luis se quedó sin trabajo cuando Telefónica de España dejó el país, pero él había trabado una muy buena relación con su jefe, así fue que en el 2004 se fue para allá y volvió a trabajar en la empresa, mientras yo empezaba a hacer todo el papelerío para irme que me llevó más de un año. En el 2006 nos fuimos con Gonzalo”, nos cuenta Marcela sobre aquellos primeros tiempos que tampoco fueron demasiado fáciles, por más que Luis en algo más de un año y ayudado por las facilidades inmobiliarias que había en ese momento en España y que desencadenaron en una gran crisis años más tarde, ya había comprado el departamento en el que viven actualmente. El problema era que ella había ingresado en Europa por reagrupamiento familiar, pero con la expresa consigna que no podía trabajar.

“Al principio era así, pero después una amiga catalana empezó a buscar y encontró que podía emplearme hasta 15 horas semanales (un contrato pequeño) y ella misma me alentó para que fuera a lo que es una especie de bolsa de trabajo, donde te toman los datos, te preguntan qué sabés hacer, si hablás idioma y todas esas cosas. Yo estaba dispuesta a hacer lo que sea, pero no sabía ni inglés, ni catalán, pero en el Complejo de Tenis de Andrés Gimeno (un jugador profesional fallecido en 2019 que jugó en épocas anteriores a Guillermo Vilas) necesitaban una recepcionista para los fines de semana. Enseguida me entrevistaron y me preguntaron si podía trabajar sábados y domingos. Yo en DRF trabajaba de lunes a sábados y en horarios rotativos, mirá si no iba a agarrar. Al otro día ya estaba trabajando”, nos cuenta desde su casa en Viladecans, un conglomerado urbano ubicado al sur de Barcelona que es propiamente una ciudad, porque tiene más de 60 mil habitantes, tantos como Castelldefels, donde se encuentra el complejo Gimeno, con sus 22 canchas de tenis y 11 de paddle y próximo al colegio British, al que concurrían los hijos de Messi hasta el final del último año lectivo.

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“El colegio tenía un convenio con el complejo, por el que sus alumnos, una vez que terminaban el horario escolar, ingresaban a tomar clases de tenis y los padres los iban a buscar allí. El primer día que fue Leo a buscar a Thiago y Mateo se armó una revolución en el club que tuvimos que intervenir nosotras y la gente de seguridad, porque los chicos no iban a tomar clases a sus canchas, sino que iban a la 22 en la que estaba Messi, los padres lo mismo. Hasta que se fueron acostumbrando y terminó siendo uno más. Siempre estaba el que se acercaba para pedirle una foto o un autógrafo, pero no era asediado. Igual  – como él tiene su casa en Castelldefels – solía venir a jugar con Busquet, Lucho Suárez y Mascherano, entre otros jugadores del Barca”, explica sobre una rutina que ha cambiado últimamente gracias a los petrodólares del jeque árabe.

Después de 15 años en Cataluña, Marcela y Luis (que hoy se dedica a la construcción haciendo trabajos de electricidad, agua, gas y refacciones), junto a Gonzalo han regresado algunas veces al país. “La última en familia fue en el 2019, pero este año fui en febrero cuando se puso muy mal mami. Estuve 13 días, pero ella estaba en coma y me volví a Barcelona. A los pocos días, se despertó y hasta pude hablar con ella. Cuando le dijeron que había estado yo, tomó conciencias de lo grave que había estado, pero me decía que no fuera, que ella iba a estar bien. Le prometí que volvía cuando se recuperara, pero se contagió con el covid (lo pronuncia con acento en la o) y no pudo salir. El martes cumpliría años”, nos cuenta, recordando a una mujer extraordinaria y laburadora como pocas que no sólo crió a sus seis hijos, sino también a varios más que supieron de su entrega. Ella falleció hace algunos meses ya, pero aún la recuerda con nostalgia y un nudo en la garganta que, hoy por hoy, la alejan de su suelo natal. “Me va a costar ir, porque ya no va a ser lo mismo sin ella, pero es algo que tendré que superar porque allá está toda mi familia”, termina diciéndonos, prometiendo las fotos que ilustran la nota y pidiéndonos que “saludemos a todos por acá”.

Misión cumplida para esta herense afincada en tierras catalanas que partió desde nuestras pampas al Mediterráneo, buscando una mejor calidad de vida, que encontró, sin dudas, pese a que los lazos de la sangre siguen tirando, haciendo que una videollamada o un WhatsApp sean insuficientes ante la falta de ese abrazo tan deseado.